Por Víctor Bassuk

El hecho en sí es bastante menor y corrió en las redes como Forrest Gump perseguido por los runners: HBO retiro de su catálogo “Lo que el viento se llevó”. HBO es una compañía privada que elije su curaduría y tiene todo el derecho de incluir y excluir lo que le plazca. La presión fue de tal magnitud, que la misma compañía precisó inmediatamente que el filme volvería al catálogo con una nota aclaratoria sobre el “contexto histórico” en el que fue filmada.

HBO le puso final feliz a la historia rescatando al héroe herido, aclarando que es solo cuestión de época. Pero ya había señalado el verdadero punto del debate, que no es precisamente la “obsolescencia cultural” a la que cada obra se somete como la actualización de un software que hay que revisar periódicamente. Hasta el término “aclarar” suena racista.

Lo que HBO nos hace replantear son los límites de la censura.

La censura sí se actualiza automática y permanentemente a lo largo de la historia. Por razones políticas hemos visto libros de texto que evitaron mencionar  bombardeos infames: fuera el de Dresde o el de Plaza de Mayo.

En el universo de la creación artística nos encontramos frente al dilema de que la transgresión es constitutiva del arte,  al menos de una importante masa de obras de cualquier disciplina en la que nos refiramos. Sin artistas pecadores, brutales, maleducados, sucios, blasfemos, locos, incluso delincuentes haremos realidad el mundo feliz de Huxley.

Pío V encarga la Capilla Sixtina, pero tras la crítica de Pietro Aretino: «¿Es posible que vos, que, puesto que sois divino, no descendéis a preocuparos de los seres humanos, hayáis hecho esto en el mayor templo construido a Dios, sobre el más noble altar elevado a Cristo? (…) Cosas que en los burdeles harían cerrar los ojos para no contemplarlas…” el mismo Papa ordeno colocar telas para cubrir las partes desnudas de las figuras.

“El Origen del Mundo”, de Courbet sólo se exponía al público detrás de una cortina. El cuadro fue comprado por Lacan y tras la muerte del psicoanalista se exhibe (ya sin cortina) en el Museo d’Orsay en Paris. Sin embargo Facebook le retiró la cuenta a un usuario que la tenía como foto de perfil.

En 1989, Dread Scott Tyler, un joven artista estadounidense, montó una obra en una galería con una bandera de USA en el piso. Para contemplar la obra era necesario pisar la bandera. Los concurrentes que pisaban la bandera eran arrestados. En el libro de visitas se puede leer el siguiente comentario de un negro norteamericano:  «Esta bandera sobre la que estoy de pie representa todo lo que hay de opresivo en este sistema: el asesinato de los nativos americanos y toda la opresión que existe en el mundo, incluyendo contra mi hermano, que fue disparado por un cerdo que luego dio la vuelta a su cuerpo con el pie para estar ‘seguro de que el negro estaba muerto’. Ese cerdo llevaba puesta la bandera». Tyler terminó preso.

La lista, lamentablemente, puede prolongarse de forma interminable. La Argentina en democracia (ya que sería desmedido para cualquier extensión de un texto tomar el período de las dictaduras y sus listas negras), ostenta un lamentable repertorio de censuras que van de León Ferrari a los cortos sobre educación sexual censurados por el macrismo.

Este nuevo victorianismo no es tan nuevo. Nos toca presenciar el confinamiento de Woody Allen o Roman Polansky, tal como ya pasara con Gauguin cuando dejó de ser un referente del arte del s.XIX para ocupar el rol (mas rentable mediáticamente) de abusador de menores.

No estoy haciendo juicio ni contrajuicio. No es una defensa de cada artista como persona. Solo quisiera seguir escuchando a Michel Jackson o Plácido Domingo. Aún si la justicia los encontrara culpables.

Tal vez, solo sea esto que escribo una dolorosa despedida de Lolita de Nabokov, la poesía “machista” de Neruda o la apologistica del cigarrillo de Leopoldo María Panero, Tortazos cantado por Edmundo Rivero o Si Soy Así como lo cantaba Gardel… y no solo extranaré a aquellos cuya música, cuyos textos, cuyas películas me llevaría sin duda a una isla desierta. Mi despedida nostálgica incluye a muchos que me dan tirria, escozor, incluso miedo, y pongo por ejemplo solo a Lars Von Triers o Mel Gibson. Son seres con los que siempre estaré en discrepancia, pero cuya obra no quisiera que sea jamás desaparecida y su labor jamás interrumpida por la acción del hombre.

Como en el episodio de HBO que motiva estas líneas, seguramente todo será prolijamente adecuado a un final sin escándalos, donde “Lo que el viento se llevó” sea señalado como apto solo para advertidos.

Seguramente este movimiento “Black lives matter” que es, sin duda motor de estas acciones, triunfará. Lo deseo con el alma y espero festejarlo con infinita alegría.

Muchachos, chicas, justos vengadores de George Floyd, en el momento que le tuerzan el brazo a la Supremacía, recuerden no alistarse en la Suprema CIA para venir a pegar por estos lares. Porque entonces solo nos dirán que de George Floyd solo les importaba que fuese norteamericano. Y que lo de HBO es solo una acción de marketing. Muchachos, chicas: “All lives matter”, incluyendo a quienes ni siquiera vivimos en los Estados Unidos de América.