Anselmo Torres

«Pan, medicinas y dignidad: lo que los pueblos claman ante las nuevas derechas», por Anselmo Torres

PAN, MEDICINAS Y DIGNIDAD: LO QUE LOS PUEBLOS CLAMAN ANTE LAS NUEVAS DERECHAS
Anselmo Torres

A propósito del bombardeo de ayer de Estados Unidos a Irán, estuve leyendo lo que dijo Bernie Sanders y, la verdad, me gustó mucho. Pero más que gustarme, me interpeló. Me llevó a pensar no solo en lo que él dice —con esa claridad tan necesaria en tiempos de ruido y cinismo—, sino también en lo que nos pasa a nosotros, acá, en Argentina, en este nuevo tiempo donde las derechas, en todas sus versiones, vuelven a asomar con ese aire de cuasifascismo que ya conocemos. Que no necesita botas, pero sí desprecio. Que no necesita tanques, pero sí odio. Que no bombardea ciudades, pero bombardea derechos.
Bernie dijo algo simple, directo, imposible de refutar:
“El pueblo estadounidense no quiere más sangre ni más mentiras. Lo que quiere es pan, medicinas y dignidad.”
Y yo pensé: eso mismo queremos acá. No más discursos altisonantes ni promesas de libertad que solo benefician a los de siempre. Lo que queremos es que se abran los comedores, que los hospitales tengan insumos, que la universidad pública no esté bajo amenaza, que no se ridiculice al que sufre ni se insulte al que piensa distinto.
La guerra de la que habla Sanders no es solo la del misil que cae sobre un objetivo lejano. Es también la guerra interna contra los pobres, los jubilados, los docentes, los científicos, los trabajadores en general. Es la guerra del ajuste sin piedad, de la represión como primera respuesta, del mercado como única religión.
Y eso lo vivimos acá todos los días.
Cuando en nombre de la libertad te cierran un ministerio, te congelan el presupuesto universitario, te vacían los hospitales, te humillan en los medios o redes sociales, no es libertad. Es violencia. Es guerra contra el pueblo. Una guerra sin bombas, pero con las mismas víctimas.

Me conmovió algo más de Sanders: su capacidad de escuchar. No habla desde el mármol de la política, sino desde el barro de la realidad. Pregunta por qué no nos ocupamos de Oklahoma o de Vermont, en lugar de mandar misiles al otro lado del mundo. Porque sabe que cada bomba cuesta miles de platos de comida, miles de tratamientos médicos, miles de oportunidades educativas.
Y acá, ¿qué hacemos? ¿Quién se ocupa de las provincias marginadas, de el conurbano profundo, de los comedores comunitarios, de las escuelas rurales, de los que van perdiendo la esperanza? ¿Dónde están los dirigentes que en vez de interpelar al pueblo, se arremanguen y lo escuchen? ¿Dónde están los que entienden que la política no es una performance, sino una responsabilidad mas profunda?
A esta altura ya no nos interesa que nos insulten por los medios o por las redes, ni que nos digan “zurdos empobrecedores”. Lo que queremos es que todos los niños de este país coman todos los días. Que nuestros viejos puedan comprar sus remedios. Que ir a la universidad no sea un privilegio, sino un derecho. Que vivir con dignidad no dependa del saldo de una billetera virtual ni de si nos rendimos o no al nuevo dogma libertario.
No queremos más mentiras disfrazadas de verdades incómodas. No queremos más motosierra para cortar lo poco que nos queda. Queremos pan. Queremos medicinas. Queremos educación. Queremos dignidad. Queremos país.
Y si lo decimos con firmeza, si no nos resignamos, si recordamos que este país también es nuestro, entonces todavía estamos a tiempo de frenar esta pesadilla.
Porque no hay democracia si no hay pueblo. No hay república si no hay justicia social. Y no hay futuro si se castiga al que menos tiene y se premia al que más destruye.
Así que sí, Bernie. Tenés razón. El pueblo no quiere más sangre ni más mentiras.
Lo que quiere es algo mucho más poderoso que cualquier misil: vida digna, esperanza y comunidad.