Del virus, errores, carroña y debates en el campo de batalla
Por Daniela Bambill
En el marco de la pandemia que sufre el mundo, Argentina ha reaccionado a tiempo. El Presidente ha antepuesto la salud de la población a la economía como eje rector de su Gobierno, los resultados son impredecibles por el momento como lo es el desarrollo del avance del virus a nivel global.
Se están tomando las medidas necesarias para garantizar salud, alimentos, vivienda, energía para toda la población. Este virus ha expuesto a esos bienes como esenciales y no como lujos del mercado, consideración que hasta hace dos semanas era una de las grandes verdades que se desplomaron frente a la muerte igualadora.
El Poder económico parece no acusar recibo de la gravedad de la situación sanitaria mundial, como las aves de rapiña intentarán dejar los huesos limpios, aunque no queden cadáveres para carroñar después.
El coronavirus ha desnudado como nadie la concentración de riquezas y la necesidad de un Estado activo, protector y garante de nada menos que la vida de las personas que lo habitan, así como la avaricia y la indolencia de los seres humanos que ostentan esa concentración de riquezas.
En la Argentina otro juego se juega en el ámbito de la política, mientras una parte de la oposición y el empresariado dialogan en la búsqueda de aportes entendiendo que los muertos no votan ni consumen, parafraseando a Néstor Kirchner, un sector minoritario pero poderoso juega a socavar la imagen el gobierno sin descanso.
Entre el viernes y el lunes ha quedado evidenciado quienes están dispuestos a dar la pelea contra la muerte y quienes no ceden en su instinto carroñero.
No se trata aquí de diálogos ni tecnicismos, no se trata de grietas ni de antinomias, líderes mundiales han hablado de una guerra contra un enemigo invisible, esa guerra se libra con determinación, fuerza, garra y corazón, con un ejército que avance convencido de la victoria, con la certeza que las ordenes deben cumplirse a rajatabla, porque en la cadena de mandos en el frente de batalla no hay lugar para el debate de ideas, ni para egocentrismos temerarios.
Hay una conducción firme que emana las directivas, clara y contundentemente, es de esperar que no haya demasiados errores de cálculos porque el enemigo no perdona y las aves de rapiña sobrevuelan el cielo ávidas de torpezas en la trinchera.
Argentina tiene la inmensa fortuna de haber elegido en el tiempo exacto a la persona para conducir con sensatez y convicción este proceso doloroso que no se terminará con el levantamiento del periodo de aislamiento social preventivo y obligatorio que tanto incomoda a los dueños del dinero, el dolor de las pérdidas humanas atravesará todo el territorio sin importar condición social, posicionamiento político ni religioso, cada argentina o argentino que quede en el camino de esta batalla desigual será un dolor compartido y este Gobierno intenta por todos los medios morigerar ese dolor.
La política es la herramienta de transformación social por excelencia, el Estado el único garante de la igualdad de oportunidades y el responsable de la protección de la vida humana, estas dos apreciaciones que parecen verdad de Perogrullo o parte de algún discurso romántico se patentizan con la crudeza de la peste que asola la tierra.
Seguir a rajatabla las ordenes emanadas de la cadena de mandos es la obligación de cada ciudadano ostente el rol que ostente. Asumir que el virus es el enemigo, pero los carroñeros no descansan es la variable que divide entre la vida y la muerte. Un Comando debilitado lleva inexorablemente a perder la guerra y en esta guerra no habrá ejércitos vencedores, ni siquiera las aves de rapiña, porque cuando no queden cadáveres para carroñar ellas también serán condenadas a la muerte.
Martes, 07 de abril de 2020