El fin del getulismo
El 24 de agosto de 1954 se suicidaba Getúlio Vargas, en el Palacio do Catete, la antigua residencia presidencial en Río de Janeiro.
El presidente Vargas, que dos meses atrás se había visto obligado a pedir la renuncia de su joven ministro João Goulart, se debatía en una profunda crisis política. La campaña de Lacerda era implacable. Las denuncias contra la supuesta corrupción eran, como dijimos, el caballito de batalla. A principios de ese mismo año ´54, la UDN consigue el apoyo de importantes jefes militares. “Contra esta oposición maciza, resultante de una creciente coalición entre los antigetulistas civiles y militares, la estrategia política de Getulio probaba ser ineficaz”. Otro autor sostiene que “la parálisis de Getulio tenía un sentido. Las acusaciones perdían fuerza y se volvían una rutina en las que sólo creían los ya convencidos, y mientras tanto él se seguía manteniendo en el poder”.
En este ambiente, a la una menos cuarto del 5 de agosto de 1954, un pistolero disparó sobre Carlos Lacerda, en Copacabana. El periodista salió levemente herido pero fue muerto el mayor de Aeronáutica Rubens Florentino Vaz que integraba su grupo de guardaespaldas. El asesinato provocó una onda de repudio que fue asumida pasionalmente por la Fuerza Aérea, la que constituyó una comisión investigadora. Esta llegó a la conclusión que el pistolero había actuado a las ordenes de Gregorio, un gaúcho analfabeto que, desde hacía treinta años, servía a las órdenes de Getulio.
La crisis ya se había instalado y el atentado dio material a la prensa opositora. El 22 de agosto un grupo de oficiales de Aeronáutica lanza un manifiesto exigiendo la renuncia del presidente. En los dos días siguientes la situación militar empeoró y Getulio comprobó que la mayoría de los mandos militares estaban en su contra.
En la madrugada del 24 de agosto llama a una reunión de gabinete, donde constata que todos sus ministros, a excepción de Tancredo Neves, veían como única solución su renuncia. Getulio levanta la reunión y decide pedir una licencia a su cargo. El pedido concluye con una nota desafiante: “Si vienen a deponerme, encontrarán mi cadáver”. La crisis militar empeora a cada minuto. Por último, su propio ministro de Guerra, Zenovio da Costa, en nombre de las Fuerzas Armadas, exige la renuncia del presidente.
“Getulio mantiene su palabra. No dudando un solo momento acerca de su defensa final contra sus enemigos, apuntó cuidadosamente el arma contra el corazón y apretó el gatillo. Su familia y sus ayudantes se precipitaron a la habitación, pero se encontraron con el presidente ya muerto. Oswaldo Aranha, compañero de tantas batallas en el pasado, prorrumpió en lágrimas”. Antes de morir, había entregado a João Goulart su Carta Testamento, el documento político más importante y dramático del Brasil contemporáneo.
“El estupor tomó cuenta del Brasil a partir de la edición extra del Repórter Esso. Las escuelas fueron enviando a casa a sus alumnos, el comercio cerrando y las fábricas deteniendo sus máquinas. Las personas caminaban como tontas por las calles. Los jeeps desobedecían a los semáforos al frente del convoy de los cuales desembarcaban soldados para apuntar sus ametralladoras contra los locales más importantes. Getulio había muerto”.
“Impotentes para reaccionar, las multitudes dispersas por las amenazas, volvían a formarse algunos metros más adelante para llorar. Con el sacrificio de Getulio Vargas –el pueblo lo sabía aunque ahora no pudiese hacer nada– no desaparecía tan sólo un gobernante popular, electo contra la voluntad de las elites que en vano, en las elecciones del 3 de octubre de 1953, intentaron imponer los candidatos de su agrado. No era solamente el presidente idolatrado quien fuera derrumbado y, en la desesperación, se autoinmoló. La autoinmolación del presidente impidió que los conspiradores de la derecha completasen el golpe, más no evitó que fuese preparado otro, más eficaz, contra su heredero, cuando fuese la hora”.
“Salgo de la vida para entrar en la Historia”
Por la importancia y fuerza dramática que encierra, queremos hacer algunas citas de este texto escrito por un hombre a punto de morir por su propia voluntad y que antes de su partida quiere dejar hecha una defensa para la posteridad y las nuevas generaciones:
“Una vez más, las fuerzas y los intereses contra el pueblo se coordinaron y nuevamente se desencadenan sobre mí. No me acusan, insultan; no me combaten, calumnian, y no me dan derecho de defensa. Precisan sofocar mi voz e impedir mi acción, para que yo no continúe defendiendo, como siempre defendí, al pueblo y principalmente a los humildes”.
(…) “Después de decenios de dominio y expoliación de los grupos económicos y financieros internacionales, me hice jefe de una revolución y vencí. Inicié el trabajo de liberación e instauré el régimen de libertad social. Tuve que renunciar. Volví al gobierno en los brazos del pueblo. La campaña subterránea de los grupos internacionales se alió a la de los grupos nacionales rebelados contra el régimen de garantía del trabajo. (…) Quise crear libertad nacional en la potencialización de nuestras riquezas a través de Petrobrás y, ni bien comienza ésta a funcionar, la onda de agitación crece. Electrobrás fue obstaculizada hasta la desesperación”.
“No quieren que el trabajador sea libre”.
“No quieren que el pueblo sea independiente”.
(…)
“Cuando os humillen, sentiréis mi alma sufriendo a vuestro lado. Cuando el hambre toque a vuestra puerta, sentiréis en vuestro pecho la energía para la lucha por vosotros y vuestros hijos. Cuando os vilipendien, sentiréis en el pensamiento la fuerza para la reacción. Mi sacrificio os mantendrá unidos y mi nombre será vuestra bandera de lucha. Cada gota de mi sangre será una llama inmortal en vuestra conciencia y mantendrá la vibración sagrada para la resistencia. Al odio respondo con el perdón”.
(…)
“Era esclavo del pueblo y hoy me libero para la vida eterna. Más ese pueblo de quien fui esclavo no será más esclavo de nadie. Mi sacrificio quedará para siempre en su alma y mi sangre será el precio de su rescate. Luché contra la expoliación del Brasil. Luché contra la expoliación del pueblo. He luchado a pecho abierto. El odio, las infamias, la calumnia no abatirán mi ánimo. A vosotros os di mi vida. Ahora os ofrezco mi muerte. Nada recelo. Serenamente doy el primer paso en el camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la Historia”.
El antiguo admirador de Emilio Zola encontraba el mismo destino que algunos de sus héroes. Esta carta póstuma revela con la luminosidad de los actos más íntimos la grandeza moral del hombre que dio las bases políticas, económicas y sociales para el Brasil del siglo XX. Desde hace 55 años es una acusación dirigida a la conciencia de los intereses que produjeron su sacrificio y a la memoria de su pueblo al cual dedico vida y muerte.
De mi libro Un Solo Impulso Americano. El Mercosur de Perón.
Julio Fernández Baraibar