El balazo al Diputado Arias no es una foto.
Por Daniela Bambill*
La irrupción en la arena política de personajes outsider, fortalecida por el poder fáctico en el gobierno desde 2015 a 2019 ha traído aparejado una suerte de escalada de violencia simbólica.
Todo vale en tanto la destrucción del adversario se trate, desde la descalificación con la consecuente anulación del debate necesario para el devenir democrático hasta la persecución concreta a opositores a través del entramado corporativo de jueces corruptos. En este abanico de opciones el papel de medios hegemónicos como legitimadores del dislate es crucial.
Tan brutal es el accionar sistemático y cotidiano de las fuerzas antidemocráticas que la naturalización de los hechos es la consecuencia lógica para el ciudadano común que lejos está, por cierto, de las idas y vueltas filosóficas que intentan explicar el fenómeno del condicionamiento de las democracias.
Durante la primera etapa de la pandemia que asola a la humanidad, dirigencia opositora y medios han utilizado la oposición a cualquier política sanitaria adoptada por el gobierno como herramienta de acción política llevada al paroxismo del delirio.
Han intervenido concretamente para contribuir a la suma de contagios mediante convocatorias a marchas, han escupido a mansalva sentencias de dudosa cientificidad y repetido hasta el hartazgo que el único lugar del mundo donde sucedía el drama mundial era la Argentina.
En esa frenética búsqueda de protagonismo, sin propuestas, sin ideas y con un gobierno reciente demasiado oscuro como para reivindicar, los adalides de la república fueron escalando en manifestaciones violentas, desde la palabra hasta los hechos simbólicos como lo fueron las bolsas mortuorias rotuladas con nombres de la dirigencia oficialista en Plaza de Mayo.
Desde la participación política denuestan a la política como actividad lícita, en nombre de la república atentan contra la misma socavando la legitimidad de cada uno de los Poderes que la constituyen.
El discurso del odio se ha transformado en moneda corriente. Esto no es gratis. Quién siembra vientos cosecha tempestades…
Los hechos acaecidos en la provincia de Corrientes resultan impensados en un país donde los acuerdos de convivencia democráticos estuviesen vigentes.
Un balazo a un diputado en el marco de un acto de campaña debería haber generado el repudio unánime de la totalidad de las fuerzas políticas de la Nación sin importar la pertenencia partidaria de la víctima.
En esta realidad contaminada de odios y mentiras eso no sucedió.
La oposición argentina ha hecho un atronador silencio frente a un atentado político feroz. Esa actitud es abiertamente despreciable, inaudita e incomprensible.
Tan bestial y absurdo como disparar un arma en el marco de un acto político es el silencio de un sector del arco político.
Cabe preguntarse cuál es el objetivo final de los “republicanos”, cabe preguntarse qué país le proponen a la ciudadanía, cabe preguntarse qué tipo de democracia pretenden “instalar”.
El balazo al diputado Arias no es una foto, es solo otra escena de una película con final incierto en el que lo único que puede vislumbrarse como certeza es que en ese camino perdemos todos.
Argentina está constituida por un pueblo de paz que, en su inmensa mayoría, a fuerza de historia vivida, sabe que la violencia no es el camino de resolución de ningún problema.
Es de esperar que la dirigencia política toda esté a la altura de la historia y comencemos a desandar el delirio institucionalizado.
*Presidenta del Instituto Independencia