Algunas claves para una política exterior nacional y digna
Durante estos cuatro años de gobierno macrista, la política exterior argentina ha sufrido una enorme
degradación y un curso errático. Desde una adscripción irresponsable y desinformada a la
candidatura de Hillary Clinton y un desatinado intento de despegarse de las inversiones chinas,
tanto financieras, como en infraestructura, la cancillería argentina ha intentado seguir
oportunistamente, es decir sin una directriz política de principio, los giros, las marchas y
contramarchas del departamento de Estado norteamericano.
La gestión de la primera canciller, Susana Malcorra, una desconocida que ni domicilio tenía en la
Argentina, estuvo signada simplemente por su aspiración a ser elegida como Secretaria General de
las Naciones Unidas. Fracasado este ascenso en la carrera personal de la señora Malcorra, el ignoto
y pequeño embajador Jorge Faurie se puso a disposición del presidente de la República para llevar
adelante, con obediencia debida, los dictados que brotaran de sus concepciones estratégicas.
Estas concepciones estratégicas presidenciales fueron básicamente:
Asumir el liberalismo mercantilista, el antiproteccionismo y la hegemonía del capital
financiero como principios ideológicos de nuestra política exterior.
Adscribir acríticamente a las posiciones internacionales y, sobre todo, latinoamericanas del
presidente norteamericano Donald Trump, sin encontrar por ello una reciprocidad en la
política comercial. La no complementareidad de ambas economías y su carácter competitivo
hacen imposible eesta reciprocidad. Los limones en el mercado norteamericano o nuestra
carne o cualquier otro producto primario de origen agrario constituyen una irrealizable
utopía
Claudicar ante el Reino Unido permitiendole una explotación económica del Atlántico Sur
sin limitaciones de ningún tipo.
Lanzar una política de acuerdos de libre comercio, junto con Brasil, con los dos grandes
bloques económicos continentales de Occidente, UE y EE.UU. Esta política en los hechos
disuelve y vuelve sin sentido el Mercosur, que ha sido el eje de la política internacional y,
sobre todo, suramericana de la Argentina en los últimos treinta años.
Asumir una política zigzagueante, sin claridad ni objetivos precisos frente a quien ha sido
uno de los principales clientes de nuestra producción primaria y que ha iniciado y continúa
ofreciendo inversiones en infraestuctura de comunicación y energética: China.
Todo esto ha significado que ninguno de los papeles protagónicos que la Argentina tuvo en los
últimos años -sede de la reunión del G20, presidencia pro tempore del Mercosur- pudo ser
capitalizado política o económicamente. Más allá de los apretones de manos, de las fotos, las cenas
y los titulares en la prensa oficialista, la Argentina salió tan indefensa, débil y sin objetivos en el
contexto internacional.
Lo único que logró el gobierno de Mauricio Macri, como resultado de su seguidismo
norteamericano, fue que el FMI concediera, contra todo criterio técnico, el más gigantesco préstamo
otorgado nunca a un país y el sometimiento por un plazo impredecible a las tensiones económicas,
políticas, sociales e internacionales que ello implica.
A partir de este sintético panorama creo, como un modesto aporte al próximo gobierno de Alberto
Fernández algunos breves criterios acerca de cuál sería la política exterior que la Argentina deberá
asumir después del 10 de diciembre. También es mi opinión que estos criterios deben ser prudente y
sencillamente expuestos durante la campaña electoral. Es tan imprescindible que los argentinos
sepan qué es lo que vamos a hacer con la producción y el salario, como con nuestra inserción y
papel en el mundo.
Estos criterios son:
1. No formamos parte de ningún espacio ideológico en nuestra política internacional. Ha
sido un principio permanente de la política internacional del movimiento nacional soslayar
todo tipo de ideologismo. Tanto durante las presidencias de Hipólito Yrigoyen, como
durante las presidencias de Juan Domingo Perón, Néstor Kirchner y Cristina Fernández
nuestra política exterior no adhirió a ningún criterio ideológico particular. Ni el
neoliberalismo financiero, ni el proteccionismo económico, ni ninguna otra concepción
económica o política determinó el accionar nacional en la escena internacional. Por el
contrario:
2. Nuestras relaciones con los demás países y, en especial, con las principales potencias
tienen que estar regidas por el interés nacional. Nuestra soberanía nacional, el desarrollo
de nuestras fuerzas productivas, tanto en la actividad agraria como en la industrial, la
inserción de nuestros productos en el mercado mundial, la garantia de los principios de
respeto a la autodeterminación de los pueblos y la paz mundial deben ser los principios que
guíen nuestra vinculación con el resto del mundo y nuestra definición de amigos o
enemigos.
De todo ello se derivan los siguientes criterios:
1. El interés nacional argentino encuentra en el Mercosur su principal base de
sustentación para actuar en un mundo de grandes espacios continentales. De ahí la
necesidad de su fortalecimiento, por encima de toda cuestión ideológica. Es necesario
ratificar la política de integración continental, aún en las difíciles circunstancias que
atraviesa nuestro continente o, quizás, a causa de esas mismas dificultades. Creo que es
necesario reabrir el debate sobre la necesaria integración continental, sin la cual todo
esfuerzo que hagamos aisladamente será en vano. Es evidente que el gobierno de Macri no
tiene la menor idea acerca de estos temas y su visión es la de un capital financiero
desterritorializado para el cual los estados nacionales son meros escenarios de su saqueo.
Hemos insistido, más arriba, que la integración continental no puede ser planteada en
términos puramente ideológicos, que una integración basada solo en la coincidencia de
algunos gobiernos, por importantes que sean, solo puede durar lo que esos gobiernos duren.
Fijémosnos lo difícil que le resulta al Reino Unido, después de un plebiscito en el cual la
ciudadanía le pide salir de la Unión Europea, cumplimentar ese mandato. Nuestra
integración y, obviamente, nuestras políticas integradoras tienen que abocarse a tareas
estructurales, económicas, de infraestructura, científicas, técnicas, militares e institucionales
que hagan, si no imposible, muy difícil quebrar ese gran acuerdo estratégico, fundador de un
nuevo agente en la política internacional.
Solo a modo de ejemplo, hoy Bolivia está clamando por un acuerdo con la Argentina para la
extracción e industrialización del litio. Saben los hermanos bolivianos que sin la asociación
con nuestro país, los logros que se puedan sacar de tan estratégica reserva serán pocos y
difíciles.
2. Nuestra política internacional se basa en el respeto a nuestra soberanía nacional y a la
de los otros estados; en nuestro interés permanente en sostener el bienestar de los
argentinos, su trabajo y el desarrollo de la Argentina como país industrial.
3. Nuestra política comercial estará dirigida también en ese sentido. De ahí que se
intentará poner la mayor cantidad de trabajo agregado a nuestras exportaciones de
origen agrario.
Estos dos puntos son centrales y definitorios. En las difíciles circunstancias en que
deberemos hacernos cargo del gobierno, el interés nacional y el bienestar de los argentinos y
argentinas deben constituirse en el núcleo innegociable de nuestra política exterior. Solo
reafirmando esos principios, como lo ha hecho, por otra parte, Alberto Fernández al referirse
a la relación con el FMI, la Argentina puede recuperar dignidad nacional y firmeza para
enfrentar su desafío.
4. La soberanía de Malvinas, el respeto y la memoria de quienes allí murieron en defensa
de nuestra soberanía, es un principio permanente e inmodificable de la política
exterior argentina. Poco hay que agregar a esto. Malvinas vive en el corazón de cada uno
de los hombres y mujeres de esta tierra y es, además, bandera de integración continental.
5. La construcción de la América Latina como un espacio de integración política y
económica de nuestros países, de paz e inclusión social forma parte de los principios
pétreos de nuestra política exterior. Cuando un irresponsable seguidismo a los intereses
norteamericanos pone al continente al borde de una guerra en la que además se nos pretende
involucrar, la Argentina debe ratificar su histórica posición y volver a desplegar en las
condiciones del siglo XXI la doctrina que lleva el nombre del insigne argentino ministro de
Relaciones Exteriores del general Julio Argentino Roca, Luis Drago y el anti monroísmo de
Roque Sáenz Peña. Que este gobierno haya mencionado como un recurso diplomático el
TIAR, un tratado que murió cuando EE.UU. aceptó la presencia de fuerzas nucleares
británicas en el Atlántico Suramericano en 1982, es la medida de la indignidad de una
política internacional que es correlato exacto de la indignidad de su política interna.
Julio Fernandez Baraibar.
Buenos Aires, 28 de julio de 2019
Totalmente de acuerdo con lo expuesto por Silvio Gesell y Julio Fernández Baraibar